Juan José Albert nos habla de cómo se estructura el carácter.
”La encarnación es un misterio. Para mí pertenece a esa índole de certezas que sé que son, pero desconozco cómo es que son así. No tengo ninguna duda al respecto, ni en cuanto a la certeza, ni en cuanto al desconocimiento, tampoco respecto a la posibilidad de que dicho misterio pueda serme desvelado en algún momento, quizás en el trance de la muerte.
Parto de la comprensión del ser humano como energía encarnada, como una manifestación por la cual esta Energía Universal se hace aparente en el mundo fenomenológico y aprehensible por los sentidos, y que ésta es la Esencia de nuestro Ser, nuestra Esencia Espiritual.
Solamente pretendo dar un punto de vista sobre el devenir evolutivo del ser humano que, desde el instante de su encarnación, queda sujeto a las Leyes que son intrínsecas a su naturaleza y que, para nuestro propio bien y nuestro propio mal, son inevitables.
Me centro en sus manifestaciones energéticas, que corporal, emocional e intelectualmente se estructuran en cada persona en lo que denominamos carácter, así como en cuál es la dinámica de cada carácter puesto que, al mismo tiempo que ese carácter nos posibilita la vida, nos la constriñe y oscurece nuestras virtudes y nuestro impulso de vida, dificultando de esta manera nuestra manifestación espontánea hacia la Creatividad, la Espiritualidad y el Bienestar.
Todo el proceso evolutivo, a partir del nacimiento, es un tránsito que implicará una pérdida de nuestra identidad original, un oscurecimiento óntico – como lo define Claudio Naranjo – que deviene en una experiencia de vacío esencial por la pérdida del contacto con nuestro origen divino. Nos distanciamos pues de lo más valioso que tenemos, de nuestra identidad esencial y del poder del yo Real, de la Esencia Divina.
Intentamos llenar el vacío esencial en el que quedamos tras esta pérdida de identidad, elaborando una pseudoidentidad a través de la identificación con la imagen especular en la que nos vemos reflejados y que recibimos sobre nosotros desde el medio en el que hemos nacido, esencialmente y en primer lugar con la imagen que nos devuelve nuestro medio familiar, nuestros progenitores. El proceso de desarrollo que sigue esta identificación sustitutoria se estructura y cristaliza en el aparato defensivo y relacional que conocemos como el carácter.
Este proceso de identificación defensiva lleva implícito que se mantenga el oscurecimiento óntico, el olvido de sí como la estrategia defensiva energéticamente más económica. Necesariamente tiene que ser así porque no disponemos de energía suficiente para mantener el esfuerzo de permanecer con la atención en nuestro propio ser y, a la vez, tratar de evitar el displacer que nos causa la no aceptación y sus manifestaciones espontáneas, por la escasa comprensión y tolerancia del medio que nos rodea.
Mantenemos esta estrategia defensiva identificándonos cada vez más con la imagen que percibimos de nosotros, quedando así apegados a ella. Mediante esta identificación, se hace cada vez más profunda la ignorancia sobre nuestro Ser Original, puesto que con ella mantenemos también la desconexión que nos aboca a permanecer en un estado de anhelo, insatisfacción, tristeza y miedo, aunque sólo percibimos de ese estado sus manifestaciones defensivas, sean éstas los rasgos del carácter y su mecanicidad compulsiva, sean los síntomas clínicos.
La necesidad de seguir la alternativa energéticamente más económica viene determinada por el hecho de que, desde el nacimiento, vamos quedando en un estado de “desenergetización” al tener que inmovilizar parte de nuestra energía original destinándola defensivamente a estructurar y mantener los mecanismos de defensa, los rasgos del carácter y los síntomas. En definitiva, para mantener y proteger el apego a la imagen con la que nos hemos identificado.
El proceso de humanización implica pues que devenimos en seres deficitarios en Amor Divino por la pérdida del contacto con la Esencia de nuestro Ser, y deficitarios también en amor humano, porque durante el proceso de paternalización no recibimos la calidad del contacto tierno y amoroso que necesitamos. La consecuencia es que a lo largo del proceso de desarrollo, maduración y socialización, vamos perdiéndonos de nuestro contacto íntimo amoroso y, por ello, dejamos de reconocernos en nosotros mismos.
Será pues a través de hacernos conscientes y de reconocernos en nuestra Esencia Original, más allá de la imagen con la que estamos identificados, como podemos alcanzar la salud y abrirnos a la vida y a la espiritualidad. En definitiva, se trata de atravesar el miedo a apartar el velo de la ignorancia sobre quienes somos realmente.”
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Extracto de la presentación del libro “Ternura y Agresividad. Carácter, Gestalt, Bioenergética y Eneagrama” de Juanjo Albert.
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